sábado, 8 de septiembre de 2007

LOS ERMITAÑOS Y EL FINADO

“¿Y que hace el santo en el bosque?”, preguntó Zaratustra.El santo contestó: “Hago cantos y los canto, y cuando hago cantos, río, lloro y murmuro. Así alabo a Dios. Con cantos, lágrimas, risas y murmullos alabo a Dios que es mi Dios. Pero veamos: ¿qué presente nos traes?”.Al oír Zaratustra estas palabras, saludó al santo y le dijo: “¿Qué tendría yo que daros a vosotros?. Lo que habéis de hacer es dejarme marchar, corriendo, para que no os quite nada.”Y así se separaron uno de otro, el viejo y el hombre, riendo como ríen dos criaturas.Pero cuando Zaratustra estuvo solo, habló así a su corazón: “¿Será posible? ¡Este santo anciano no ha oído aún en su bosque que Dios ha muerto!”

Friedrich Nietzsche"Así hablaba Zaratustra”

Muchas veces, los pensadores se distinguen, pasan a la historia, con una sola frase que engloba el corazón de su pensamiento (como el “Cogito ergo sum” de Descartes). En el caso de Nietzsche, sin duda ninguna máxima ha sido tan famosa, ni tan controversial, como esta de “Dios ha muerto”. Y, probablemente, tan poco entendida.

Para los cristianos, pocas frases han resultado tan ofensivas como ésta. Nos parece una blasfemia, una aberración sin nombre. Una especie de“ira santa” se apodera de nosotros cada vez que la oímos. En más de un baño se ha visto debajo de esta sentencia, suscrita por Nietzsche, otra que reza: “Nietzsche ha muerto”, firmada por Dios. Sin embargo, dudo que la mayoría realmente comprendamos a que se refiere.

A muchos les parece que lo que Nietzsche hace es proclamar en una forma graciosa su ateísmo. Sin embargo, la verdad es que no dice “Dios no existe”, si no “Dios ha muerto”. Pero cuidado. Esto no implica que fuese creyente. El tema de la existencia de Dios le resulta más bien indiferente. Lo que Nietzsche hace es, simplemente, señalar un hecho: Este concepto, esta idea de Dios, que ha sido omnipresente a lo largo de la historia de la cultura occidental, que ha sido como el aire en que en que se ha movido cada filósofo, cada científico, cada artista, cada político de nuestra historia, ha desaparecido. Hubo un tiempo en que la idea de Dios era el núcleo fundamental de la cultura, el Sol que con sus rayos alcanzaba la vida de cada hombre, aunque no fuese especialmente religioso. No había sabio que no diese por sentado a Dios en sus obras, ni político, por inicuo que fuese, que no buscase legitimarse a través de la religión. Eso ya no existe. Dios ha desaparecido del horizonte de la cultura. Que él exista o no, no importa mucho, el hecho es que ya no está ahí, ya no forma parte del mundo real. Ni aún a veces para aquellos que dicen creer en él.

Para Nietzsche, por supuesto, esto es algo absolutamente positivo. No sólo positivo, si no que algo que debía suceder, para que naciese su Superhombre. Pero en esto no puedo estar de acuerdo. Dios ha muerto, y tal como en un buque que se ha hundido, cada uno busca salvar su vida aferrándose con desesperación a la primera tabla, a la primera pieza del aparejo que logre hallar. Aferrándose a su ideología, a su vicio, a su egolatría.

¿Dios no ha muerto? Miren los ojos de sus compañeros, de sus amigos, vacíos y anhelantes, buscando una respuesta, algo por lo cual empezar a vivir, y no simplemente seguir sobreviviendo. Aferrándose a una ideología, queriendo creer que en ella se halla salida de la humanidad. Asiéndose a la superstición, leyendo el tarot y viendo el horóscopo, sin siquiera comprender la cosmovisión de la que provienen. Martín Lutero, John Wesley, Francisco de Asís hablaron de la libertad que experimentaron al encontrarse con aquel Ser Eterno y Trascendente que los había creado. Al conocer a Aquel que por puro amor se hizo hombre y derramo su sangre para ganar esa libertad, que elevaba sus espíritus hasta el cenit de lo sublime. Hoy, la libertad humana se ha reducido a tener un momento de desenfreno, a desnudarse en masa para un fotógrafo, a poder alcoholizarse hasta quedar intoxicado, al sexo furtivo en la esquina de una disco, con alguien a quien no se volverá a ver jamás.

Dios ha muerto. ¿Y que hemos hecho los cristianos al respecto? En el texto que cité al principio, me parece que Nietzsche expresa su opinión de los cristianos. Una visión profunda y dolorosamente acertada. Zaratustra ha bajado de su montaña luego de diez años, y en medio de este bosque solitario, se encuentra con la casucha de este santo anciano. ¿Qué hace sólo en la selva? Hace cantos para alabar a Dios. ¿Y porque esta sólo en el bosque? Él mismo lo dice:
“¿Sabes acaso- dijo el santo- porque me he venido yo a los bosques y a la soledad? ¿No era porque amaba demasiado a los hombres?. Ahora amo a Dios; no amo a los hombres. El hombre es una cosa demasiado incompleta. El amor al hombre me mataría”

Así ve Nietzsche a los cristianos. Y así parecen ser muchas veces los cristianos. Unos tipos que por amar tanto a Dios, se han alejado del hombre, se han ido a sus bosques de cuatro paredes, a cantar a Dios y levantar sus manos, mientras afuera Dios ha muerto, y con él se muere el mundo. Que se han encerrado en sus eremitas de música cristiana, de colegios cristianos, de trabajos cristianos, de radios cristianas, para no tener que lidiar con el infinito hedor del Hombre que se muere afuera.

Por esto ha muerto Dios. ¿Y que podemos hacer ahora? Creo que Francis Schaeffer dio en el clavo con el mensaje de debemos llevar: “Dios está ahí”. No solamente “Dios existe”, pues para muchos Dios existe como existe Plutón en algún lado, como existe la galaxia M1345 en alguna parte del espacio infinito, que puede existir muy bien y feliz, pero sin tener nada que ver conmigo. No, Dios esta ahí, Él forma parte de la realidad objetiva, es algo que me afecta, es un elemento que debo tomar en cuenta para tomar mis decisiones más importantes, como tomo en cuenta el clima para planear un pic nic. Y la decisión de lo que haga con Dios, es en sí misma la más importante. Y debemos llevar este mensaje las calles, a las universidades, al arte, a la música, a la literatura, a toda la cultura.

Mucho más podría seguir escribiendo, pero para no quitarles más tiempo, me despido con unas palabras de William Barclay, que creo expresan con maestría lo que quiero decir.
“Es fácil sentirse cristiano en el momento de la oración y la meditación: es fácil sentirse cerca de Dios cuando se han cerrado las puertas al mundo y cuando el cielo está muy cerca. Pero eso no es religión, es escapismo. La verdadera religión consiste en levantarnos de nuestras rodillas ante Dios para enfrentarnos con los hombres y la situación humana. La verdadera religión consiste en sacar fuerzas de Dios a fin de darlas a otros. La verdadera religión implica tanto encontrarse con Dios en el lugar secreto como con los hombres en el mercado.”

Dios ha muerto. Nosotros lo hemos dejado morir. ¿Seremos capaces de revivirlo?

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